Autor: María del Carmen Eizaguirre
Desde que aparecimos en el planeta nos hemos
beneficiado de sus recursos como cualquier otro organismo, pero con el pasar
del tiempo y el desarrollo de técnicas y herramientas pudimos aumentar el
aprovechamiento de esos recursos, a tal grado que modificamos todos los
ambientes, y con ello generamos un daño colateral a los ecosistemas. En toda la
historia de nuestra especie Homo sapiens, este es el periodo en que hemos
hecho las mayores transformaciones y generado
el mayor deterioro de los ecosistemas.
Una de esas alteraciones es el cambio
climático global, que puede a su vez generar perturbaciones biogeográficas en
la tierra de gran importancia ecológica y socioeconómica. Entre los espacios
que primero se ven afectados por estos cambios son las zonas costeras, áreas
que presentan alta energía y donde interactúa una diversidad de procesos
geofísicos, tanto terrestres como oceánicos. Este cambio climático podría
afectar tanto a estas zonas costeras generando consecuencias irreparables.
Los ecosistemas son fácilmente alterados
antes estos cambios climáticos, los
deltas y las playas se ven afectados cuando se produce ascenso del nivel del
mar, pero los estuarios y humedales, tanto aumento del nivel del mar como ascenso
de la temperatura los afecta considerablemente.
En el caso de los manglares, praderas de
fanerógamas y arrecifes de coral, se ven afectados moderadamente por el aumento
del nivel del mar y el ascenso de la temperatura, pero la deforestación, la sobrepesca
y el turismo, generan nuevas fuentes de perturbación, sobre ellos.
Es cierto que estamos en la época de las
mayores transformaciones y alteraciones de los ecosistemas, sin embargo, la
conciencia ambiental está cobrando cada vez más fuerza en la población mundial
y esta voz ambiental se encuentra trabajando por los diferentes ecosistemas y
especies que conforman el planeta. Aunque son los ambientalistas y ecólogos los
más dedicados a la lucha por la preservación del ambiente, hoy comprendemos que
sin la participación de todos y cada uno de los ciudadanos del mundo, esta
labor no logrará el éxito esperado.
Pero para que se logre esta participación del
ciudadano del mundo, sin importar su raza, creencia, profesión o nivel
económico, lo primero que hay que lograr es que todos conozcan la biodiversidad
del planeta, en sus tres niveles: genético, de especies y de ecosistemas. Sobre
todo el conocimiento de los dos últimos, le permitirá un mayor acercamiento y
comprensión de su delicado equilibrio y del valor que tienen para la vida en el
planeta. Y lo que se conoce, se quiere, y si se quiere se cuida.
Para que logremos tener ese ciudadano
comprometido con la conservación, hay que iniciar por presentarles todos y cada
unos de los ecosistemas a esos niños que serán en un corto tiempo la población
dominante del plantea, pero es labor de los profesores de biología el logar que
niños y adolescentes se enamoren y por ende respeten y contribuyan a preservar
los ecosistemas, independientemente de la profesión o actividad que desarrollen
cuando adultos.
En la actualidad la
conservación de la biodiversidad se ha convertido en una prioridad de cara al
futuro. Pero esta acción está basada en la conservación de los hábitats como
mecanismo para el mantenimiento de la biodiversidad. Este cambio de visión se
ha impuesto en las últimas décadas como la vía realmente efectiva después del
fracaso de la mayoría de los programas específicos de conservación de especies,
en los cuales no se les daba importancia a la preservación del hábitat en que
se encontraban las especies de dichos programas. En el caso de los programas
aplicados a las especies marinas, esta consideración del ambiente se hace mucho
más importante dada la complejidad de los ecosistemas marinos.
El territorio venezolano es un vitral de
regiones naturales y paisajes; costas, islas, llanuras, selvas, bosques,
arrecifes, deltas, montañas, serranías, tepuyes y páramos. Además, Venezuela se
sitúa entre los primeros 15 países de mayor diversidad biológica; 15.000
especies de plantas, 323 de mamíferos, 1.340 de aves, 283 de reptiles y 202 de
anfibios. Los humedales son uno de los territorios que más asociados con esta biodiversidad.
Si bien hay que mostrar todos los ecosistemas
para poder preservarlos, no se puede abarcarlos todos en una sola entrega, así
que iniciaremos con los bosques de manglar, un ecosistema tropical costero muy
productivo, con una alta diversidad de especies.
En Venezuela los bosques de manglares se encuentran
legalmente protegidos desde 1974 por el
decreto presidencial N° 110 (Gaceta Oficial de la República de Venezuela N° 30.408),
pero este decreto no ha evitado que sean fuertemente impactados. Entre las
actividades humanas que amenazan estos ecosistemas, la más peligrosa es la expansión
urbana, ya que ella genera una serie de acciones que en conjunto deterioran los
bosques de manglares. Esta actividad urbana se inicia con la deforestación
directa del manglar, para ocupar el espacio con construcciones la segunda
acción es la construcción de carreteras que cortan el suministro de agua dulce
que llega al manglar, est afecta directamente las condiciones del suelo y con
ello la supervivencia de los arboles de mangle. Otras actividades humanas como
la explotación excesiva de su madera, actividad petrolera y la agricultura,
afectan estos ecosistemas.
Son dos las razones para la selección de
manglares para iniciar estas entregas:
La primera está relacionada con el nivel de
conocimiento de la población en general, a pesar de la alta biodiversidad y del
elevado nivel productivo que tienen este ecosistema tropical costero, no hay un
conocimiento acreditado y serio por parte de la población, y esto tal vez se
debe a una falta de transmisión de la información científica desde los
investigadores a la sociedad en general, y a los agentes administrativos y
gubernamentales que son los implicados en la conservación y la protección del
medio natural, en particular.
Es vital que se establezca una articulación
entre científicos, docentes, comunicadores y los agentes del estado, para que
entre todos puedan hacer llegar a los ciudadanos el conocimiento que se tiene
de estos ecosistemas, su importancia, su problemática actual y el papel que
pueden tener en su conservación y protección.
En Venezuela existe información de los
bosques de manglares a nivel científico, pero casi nada a nivel de educación en
ninguna de sus modalidades y menos aún como divulgación a toda la ciudadanía,
por lo que se puede decir que hay un desconocimiento general de la importancia
de su conservación.
La segunda razón deriva de la primera, son
ecosistemas poco valorados y por ello despreciados por muchas personas que
acuden a las diferentes playas en busca de espacios de esparcimiento, de hecho,
la mayoría de ellas los relacionan con aspectos negativos, por ejemplo al
preguntarles a los ciudadanos por los manglares, solo hacen referencia a la
presencia de innumerables y peligrosos “bichos”; a las aguas oscuras,
amenazadoras y hasta tenebrosas y por supuesto no dejan de mencionar los malos
olores.
Realmente hay una gran cantidad de organismos
de diferentes grupos habitando en este ecosistema, por supuesto algunos pueden
ser peligrosos, tanto la coloración del agua como el olor a metano, son
consecuencia de la descomposición de materia orgánica que aporta el mismo
ecosistema y los efluentes que le llegan.
Por todo lo anterior, cuando se habla de la
pérdida de manglares a nivel mundial, no se genera preocupación en el ciudadano
común, lo contrario ocurre cuando se habla de la pérdida de bosques tropicales.
Por ello la situación de estos ecosistemas que se están reduciendo significativamente
a nivel mundial debido a su reemplazo por otras actividades económicas y la
expansión de asentamientos humanos, no preocupa a la mayoría de los ciudadanos.
En el Congreso Internacional de Educación y
Formación sobre Medio Ambiente, llevado a cabo en Moscú (1987), quedó
establecido que la Educación Ambiental juega un papel fundamental en el proceso
permanente de formación de individuos y comunidades, para que adquieran
conciencia de su medio y aprendan los conocimientos que los capaciten para
actuar en la resolución de problemas ambientales.